Castilla y León

por

Pedro Luis Huerta

Centro de Estudios del Románico

Comenzamos allá por el siglo X, cuando a León se traslada la capital. Para los clérigos mozárabes allí refugiados el rey leonés es el único legítimo de la Península, como descendiente de los reyes visigodos y debe encargarse de recuperar las tierras arrebatadas por los musulmanes. Políticamente, esta legitimidad y derechos sobre las tierras peninsulares se plasman en el título de emperador que ostenta Alfonso III. Sin embargo, no concuerda la realidad con los deseos de los estamentos leoneses, pues lejos de existir la unidad política buscada y deseada en la capital del reino, se han de enfrentar a tentativas de separación y revueltas en tierras asturianas, gallegas y castellanas. El momento principal de esta situación, a mediados del s. X, se da con la unificación de los condados de Castilla y su independencia conseguida en los tiempos de Fernán González.

La independencia castellana frente a León se efectúa dentro de una oposición abierta y más o menos dura. ¿Pero de dónde debemos partir para poder explicar esta disgregación?. Empecemos por fijarnos en la evolución particular castellana a medida que se va desarrollando. León acoge a la corte, directa heredera de la tradición visigoda y fuertemente inspirada, dominada, por la cultura eclesiástica de los mozárabes, formada por estructuras socioeconómicas rigurosas que conducian a una alta dependencia de los campesinos respecto a sus señores. Por otro lado Castilla es la tierra de frontera frente a los musulmanes del Ebro, una condición nada propicia para el asentamiento de nobles o altos clérigos de la corte leonesa, así que en los repobladores de la zona nororiental de la meseta, campesinos procedentes de lugares con escasa romanización y/o visigotización, astures, cantabros y vascos, se daba una mayor libertad tanto económica como social, en definitiva una sociedad que quizá podría considerarse más libre e igualitaria frente a las rígidas estructuras de la zona leonesa antes descritas. En gran parte fueron estas diferencias tanto de tipo social y económico así como los orígenes culturales los que fomentaron las ansias independentistas de las tierras castellanas. De dichas diferencias surgen también en estrecha unión a lo anterior la división en la evolución lingüística y cultural, derivando a través de esos años a dos sociedades muy alejadas.

Es durante el s. XIII cuando se llega a la unión definitiva de Castilla y León, unión que debemos definir como política y aun no completa, tras pasar por un largo período de tiempo, entre los s. XI y XIII, en el que se desarrolla un continuo transcurso de fases de acercamiento y distanciación hasta que en 1230 Fernando III consigue la unidad política. Pues aun durante cerca de un siglo se mantendrán las diferencias, existiendo cortes separadas, puntos de vista distintos, planteando problemas específicos de cada reino al monarca, hasta que entre finales de ese siglo y principios del s. XIV, el proceso queda normalizado y se puede considerar consolidado a medida que se van igualando las estructuras de esas sociedades a todos los niveles.

Recomiendo como breve lectura para analizar el desarrollo y las líneas configuradoras de esta región desde la edad media el pequeño libro de Julio Valdeón, Aproximación histórica a Castilla y León (Ed. Ambito, 1982).


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